2.2.16

ENTREVISTA: MERCEDES PIMIENTO

Imagen: © Mercedes Pimiento. Sin título, 2014. Escayola, cuerda y manta. 

En un entorno, el del arte, en el que se escuchan tantas voces, provenientes de medios de comunicación, comisarios, directores de museos, galeristas, coleccionistas, aficionados y demás,  se antoja como una necesidad fundamental, presentar la versión que da el artista de lo que sucede. Esta que nos ocupa, forma parte de una serie de entrevistas que se realizarán a diversos artistas con el objetivo de llevar a cabo una aproximación al panorama actual del arte en nuestro país desde la visión de los verdaderos protagonistas.

Viendo la obra de Mercedes Pimiento (Sevilla, 1990), lo primero que se intuye es su gusto por la imagen poética a partir de la sofisticación formal. Sus piezas se conforman a partir de mínimos elementos y se presentan siempre de forma elegante, limpia, sin abalorios.

Cuchillo Distópico - ¿Qué viene antes, el discurso o el objeto?
Mercedes Pimiento - Vienen uno de la mano del otro y se van influyendo mutuamente. Mi discurso está muy relacionado con el objeto, con la relación con lo físico, lo matérico… Hay piezas que surgen a raíz de objetos o elementos encontrados, por ejemplo, pero hay otras en las que una idea me lleva a buscar los materiales o el medio concreto para desarrollarla. De cualquier forma, creo que las obras o los proyectos más interesantes, o los que pueden marcar más una diferencia, son aquéllos en los que tanto la forma como la idea se mantienen abiertas durante todo el proceso. Cuando proyectas una pieza y una vez realizada es exactamente igual a la idea, tal vez te preguntas si el proceso de ejecución era necesario o si aportaba algo nuevo al proyecto.

CD – Tus trabajos indagan en temas universales como el ser humano y su relación con el entorno natural, o la incidencia del capitalismo en el mundo, y, a la vez, desprenden intimismo. Ese intimismo, ¿es una estrategia de aproximación al espectador o es algo que sale solo? ¿Cuánto hay de autobiográfico en tu obra?
MP -  Tiene una parte autobiográfica, en tanto que el punto de partida de mi trabajo suele ser mi propio entorno, la realidad más inmediata, aunque trato de llevarlo a un plano más universal, como tú has dicho, sin pretender reflejar ninguna situación personal concreta. De igual forma, creo que ese carácter intimista viene del hecho de que trabajo a partir de lo que tengo, a partir de mi contexto. En este momento no tendría sentido para mí trabajar en proyectos exuberantes, porque no tengo los medios para ello y porque tampoco es algo que me interese ahora mismo, o que me parezca necesario. Intento, de alguna forma, compartir a través de mi trabajo una mirada cercana de la realidad que nos rodea. Sí que es cierto que suelo tener bastante en cuenta al espectador a la hora de formalizar mi trabajo. A partir de una idea, trato de pensar cuál sería el medio idóneo para desarrollarla. Intento ponerme en la piel del espectador que se enfrente a una pieza que no conoce y tener en cuenta que no se experimenta de la misma forma, por ejemplo, un objeto, que una fotografía o un dibujo de ese mismo objeto.

CD – Perteneces a una generación de artistas que parece inmersa en una continua competición. ¿Cómo se vive el tener que estar siempre pendiente de las convocatorias de premios y becas artísticas? La competición, ¿no desvirtúa el arte?
MP – Es cierto que todo lo relacionado con los premios y becas ocupa bastante tiempo, y luego normalmente los tiempos para desarrollar los proyectos son cortos, con lo cual se acelera todo y vives siempre en una cuenta atrás de fechas de entrega. Tal vez esto le confiere al arte emergente un carácter de una cierta obsolescencia programada que lo hace, si cabe, aún más sintomático de nuestro tiempo.

CD - Los fallos de los premios y becas que vemos publicados, frecuentemente informan de la calidad de los proyectos/trabajos presentados a las convocatorias y de la dificultad de tomar decisiones de los jurados. Como participante, quizá te haya sucedido alguna vez que han rechazado un trabajo tuyo en un premio, y acto seguido lo han premiado en otra convocatoria. ¿En qué medida se puede valorar objetivamente el arte?
MP - Creo que se puede valorar subjetivamente pero con criterio. En una entrevista le preguntaron a Duchamp que qué era el gusto y él contestó que “Una costumbre. La repetición de una cosa ya aceptada”.  Creo que, al igual que en cualquier otro campo, hay una serie de líneas de trabajo transversales, tanto formales como teóricas, que más o menos todos conocemos y en mayor o menor medida compartimos, unas más relacionadas con contextos específicos, otras internacionales…  Lo interesante es que en todo momento esas líneas se pueden transgredir, ignorar, subvertir, o bien seguir dogmáticamente. Al final el gusto, como tantas otras cosas, es una negociación constante.

CD – No sé si estás de acuerdo con que en el sector del arte, como en el resto, a veces se ensalzan injustificadamente figuras mediocres. ¿Por qué crees que se produce? ¿Qué es lo que falla?
MP - Puede ser, pero creo que es un sector bastante crítico y que, si en algún momento esto sucede, se debe más a una cuestión comercial o de marketing que a una falta de criterio.

CD –Podría decirse que existe un distanciamiento entre las prácticas artísticas más vanguardistas y la mayor parte de la sociedad. ¿A quién hay que atribuirle la culpa: a los artistas, a las instituciones, a los medios informativos, al sistema educativo…?
MP   Sí, creo que este es uno de los mayores obstáculos a los que se enfrenta el arte contemporáneo, y supongo que todos tenemos parte de la culpa: desde el sistema educativo en el que muchas veces es complicado simplemente atraer la atención de los estudiantes y en el que no se da ninguna importancia a las enseñanzas artísticas (no solo las artes plásticas, sino la música, las artes escénicas… y en general, cualquier tipo de conocimiento sensible que se aleje del pensamiento lógico-deductivo), hasta los artistas y el resto de agentes del arte contemporáneo que a menudo nos olvidamos del gran público y del carácter relacional del arte, pasando por gran parte de los medios de comunicación generalistas que se empeñan en reproducir estereotipos y reflejar una visión totalmente distorsionada del mundo de arte. Hace falta, y en muchos casos ya se está haciendo, un trabajo de mediación comprometido, que busque traspasar la endogamia del circuito del arte y tender puentes con la sociedad.

CD – ¿Confías en un futuro próspero para tu trabajo? ¿Y para el arte en general?
MP   Confío en seguir trabajando. La prosperidad supongo que dependerá de la situación, del contexto… Aunque no es lo que más me preocupa. Si tengo que compaginarlo con otro trabajo para mantenerme, tampoco pasa nada. La docencia me encanta, por ejemplo, y está relacionada con la mediación comprometida con la sociedad de la que hablábamos en la pregunta anterior.
Para el arte —el mercado del arte— sí, seguro. Hay demasiadas relaciones, demasiados agentes y demasiados intereses como para que deje de funcionar. Además, si el sistema ha sobrevivido a estos últimos años…
Para el arte en sí —como investigación, como manifestación cultural — también. Creo que es algo intrínseco al ser humano. Se ha seguido haciendo arte durante guerras, posguerras, crisis… y en cualquier otro momento, aunque no haya sido reconocido socialmente o no aparezca en los libros de historia. Creo que seguirá habiendo arte, siempre y cuando no acabe por fusionarse con el diseño y el marketing.

CD - Como artista, ¿dónde radica el éxito?
MP - Uf, no lo sé. Supongo que en ser capaz de mantener una relación sana con el mercado —ser capaz de vivir de esto pero manteniendo la independencia de tu trabajo.

CD - Para terminar, una complicada: ¿podrías contestarme de forma breve qué es el arte?
MP -  Para mí es, por un lado, una forma de acercarse al mundo y compartirlo; por otro, un lugar en el que proponer cosas.

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